
A modo de Editorial
Siempre hablamos en voz alta
Queridos amigos:

Rabi Iosi comprende fácilmente la prohibición de realizar trabajos profanos en el día consagrado por D's, comprende que debamos abstenernos de "salir a los caminos" ese día, pero pregunta: "¿Qué prohibición es ésta de hablar palabras profanas? ¿Qué clase de violación podría ello suponer?". Le respondió Rabi Itsják: "Sin duda sería una profanación. Porque no hay palabra del hombre que carezca de voz, y cada voz se eleva a las alturas, y en los mundos elevados despierta otra palabra y otra voz". Y cuando despierta en las alturas, en el día sagrado, una voz de lo profano, sin duda estará profanando la perfección sutil de la consagración.
En nuestra parasháh, el pueblo de Israel continúa su camino de aproximación a la conciencia plena de la Verdad. Al inicio de la parasháh, se nos ofrecen las leyes que regirán el oficio sagrado del Cohen, el Sacerdote. Estas leyes son la cúspide del trabajo sagrado; desde la actividad del Cohen en el Beit-HaMikdásh se delinea hacia nosotros la relación de la humanidad entera con el Creador. Y sabemos que, para el futuro por venir, el pueblo de Israel entero estará llamado a ejercer el sacerdocio; de modo que estas leyes tienden a moldear la conciencia de cada uno de nosotros.
A continuación, una vez que tomamos las reglas que nos vuelven hábiles para la consagración, procede la parasháh a proyectar esta nueva conciencia en las dos dimensiones restantes a cuyo través discurre nuestra vida: el tiempo y el espacio. En primer término, realiza un rápido pasaje por el año judío: las distintas fechas sagradas y su trabajo singular aparecen descriptas aquí con claridad. En segundo término: "Y cuando vengáis a la tierra...."; ésto es, habla de cómo tratar el espacio, cómo consagrar el lugar y los frutos que nos ofrece. Porque de algún modo, en cada verso de Toráh, en cada palabra, en cada letra, se ilumina para quien ahonde en ella la Toráh completa, y cada letra alude a la necesidad de todas las demás.
Esta
semana, comienza a volverse realidad la segunda etapa de este sueño que
compartimos: el proyecto Ieshivah.Net. Nuevos columnistas en nuestra
revista, nuevas clases que van poblando la agenda del Beit-Midrásh
virtual, nuevos rabaním incorporándose al equipo, aportando sabiduría y
puntos de vista. Hoy, damos la bienvenida a Rav Marcelo Krawiec, que
comienza un ciclo de clases desde Mexico, de las que se podrá participar
todos los martes en http://www.beitmidrash.org/.
También inauguramos un nuevo espacio en "Matók MiDvásh": a cargo de
Galia Ginerman, la columna dedicada a la mujer judía, con reflexiones
que habrán de acompañarnos cada semana al compas de cada parasháh, de
cada formulación en que la letra de la Toráh se vuelve arcilla para que
con ella construyan nuestras manos.
Invitándoles a visitarnos en nuestro Beit-Midrásh virtual, y esperando que disfrutéis del material de esta revista, que ha sido preparado con amor,
con vosotros mis brajót, desde una Ierushalaim luminosa,
daniEl I. Ginerman
editor@ieshivah.net
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APRENDIMOS EN LA GUEMARA ESTA SEMANA

Un hombre no peca cuando nada le va en ello
En la hoja 5 del Tratado de Babá Metsía del Talmud Bablí, comienza el tratamiento de un caso de robo de ganado por parte de un pastor que cuida rebaños de terceros. El problema que enfrentamos en cierto punto del debate consiste en que, si pudiéramos creer en la palabra del demandado, podríamos hacerle jurar su inocencia. Mas no creemos en la palabra del pastor, porque tenemos testigos de que robó al menos una mínima parte de lo que se le reclama. Mas alguien considera que aún antes de todo testimonio debiéramos desechar su palabra: "puesto que sabemos que es pastor, y" como estableció Rabi Iehudáh, "los pastores tienden a permitir que su ganado pastoree donde están las mejores pasturas", aún si con ello están cometiendo robo, por pertenecer tales pasturas a terceros.
Mas esta tesis es desechada de inmediato, al comprobar que Rabi Iehudáh sólo puede haberse referido a los pastores que procuran alimento para su propio ganado; ¡nunca a los que procuran pasturas para el ganado de terceros!
¿Por qué? Porque quien tiene interés propio en la alimentación de los animales que cuida, se verá tentado de proveerles el mejor alimento aún si para ello debiera transgredir la propiedad privada, porque de ello obtendrá más tarde su propio provecho.
Mas, ¿qué interés podría alentar a quien pastorea el ganado de terceros a cargar con la culpa del robo de pasturas? ¿Con qué objeto lo haría, si no ha de obtener provecho extra alguno a partir de la mejor alimentación de los animales encomendados a su cuidado?
De aquí, la "jazakáh", una condición fija al inicio de todo análisis en que se apoyará un juicio: No presumimos delito en quien de ningún modo obtendrá provecho de él. Un hombre no comete una transgresión que pesará luego sobre él, si nada gana a cambio.
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EL MARAVILLOSO PRIVILEGIO DE CRECER
por Rav Biniamin Cohen
"Un toro o una oveja o una cabra que nazca, estará siete días con su madre, y a partir del octavo día podrá ser ofrecido en sacrificio...", indica nuestra parasháh, entre las reglas atinentes a los oficios del Templo.
Y salta de aquí la siguiente pregunta: ¿por qué escribe la Toráh acerca de "un toro, o una oveja, o una cabra que nazca"? Al nacer, no hay toro sino ternero, ni tampoco oveja, sino cordero. ¿Por qué son referidos al nacer por los nombres de su adultez?
En el Zohar, el tema se explica del siguiente modo: "Dijo Rabi Aba, ven y mira: Un hombre, en el momento de nacer, carece de las energías elevadas hasta que es circuncidado. Con la circuncisión, despierta en él la aptitud para la Toráh. Más tarde, cuando toma mujer en matrimonio y procrea y tiene hijos y los guía por el camino de la Toráh, recién entonces se convierte en un hombre completo".
Pero un animal, una bestia, en el mismo momento de nacer recibe la misma calidad de energías que recibirá durante toda su vida hasta el momento de la muerte. Por eso son llamados los animales, al nacer, con el nombre que les designa luego, en la edad adulta. Para enseñarnos que el hombre es distinto de la bestia, aunque en apariencia resulte que tenemos iguales apetitos y básicamente igual actividad, y aún más: la bestia no sufre de las presiones y las tensiones de los hombres.
Pero los hombres, a diferencia de las bestias, disponemos de todo el tiempo de nuestras vidas para renovarnos, crecer, trascender de etapa en etapa, acercarnos a la completitud de nuestra potencia, y aproximarnos así al Creador hasta convertirnos en hombres completos.
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SERAS SAGRADO Y CONSAGRARAS EL TIEMPO
por Nuriel Cohen
* El versículo (Vaikrá XXII,32) dice: "Y me consagraré dentro de los hijos de Israel, Yo, D's, que los consagra". E inmediatamente de dicho ésto, pasa a las mitsvót concernientes a los "moadím", las fechas sagradas a lo largo del año. La conexión estriba en que una vez que el pueblo de Israel, y cada uno de sus integrantes, se torna sagrado por vía de su propia acción, y recibe en su interior la vitalidad suprema que le provee el Creador, se torna Israel apto para consagrar el tiempo, las fechas del año fijadas por la Toráh como mojones de sacralidad de los que alimentar el tiempo todo, y desde estas fechas, incidir con kedusháh sobre el tiempo y la Creación.
* Tras detallar extensamente todo el tema relativo a las festividades y conmemoraciones del año judío, nuestra parasháh culmina la exposición de los tiempos haciendo referencia al Shabát: "Estas son mis fechas, seis días harás trabajo y en el séptimo será shabát shabatón, no harás trabajo alguno en él" (Vaikrá XXIII, 2-3). Se pregunta el Gaón de Vilna por qué esta contigüidad, y explica que el versículo se refiere también a las fechas festivas, expuestas aquí del siguiente modo: hay seis fechas consagradas por la Toráh en las que está permitido realizar algunos trabajos -los necesarios para la propia alimentación-. Estas fechas son: dos días de Pésaj, un día de Shavuót, un día de Rosh Hashanáh, y dos días de Sucót. De este modo, al decir el versículo "seis días harás trabajo y en el séptimo" no, está indicando que en esos seis días festivos está permitido realizar trabajos para procurar alimento, pero que en el séptimo de los días sagrados, que es Iom Kipúr, está prohibido todo trabajo para toda necesidad de que se trate.
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UN MAESTRO, UN AMIGO, Y LA CAPACIDAD DE JUZGAR PARA BIENpor Rav Meir Ifraj
Nos dice en su capítulo primero el sagrado libro de "Pirkéi Avót": "Iehoshúa ben-Pirjáia dice: Hazte un Rav -un maestro-, y adquiere un amigo, y juzga a todo hombre para bien".
"Hazte un Rav": que el hombre necesita contar con alguien que disponga del conocimiento de que él mismo aún no dispone, alguien que sepa lo que él ignora. Pues quien adquiere sabiduría todo lo tiene, y rico es quien vive feliz con la porción de mundo que le toca. Y para ser rico, para ser feliz, es imprescindible contar con un referente, un guía, en la sabiduría.
"Y adquiere un amigo": Como dijo el rey Shlomóh -Salomón-: "Mejor son los dos que el uno", porque si uno se cae, su amigo le ayudará a incorporarse. El hombre necesita de un buen amigo con el que afilarse recíprocamente, con el que complementarse en la sabiduría y en la acción, con el que discutir puesto que también la discusión ayuda a crecer. Un hombre que, por el contrario, está solo, podrá permanecer incambiado toda su vida; como expresa la conocida metáfora: "no se afila sólo un cuchillo, sino que necesita de una piedra que lo desgaste".
"Y juzga a todo hombre para bien": Si ves a un hombre de quien no sabes si es un justo o un malvado, y hélo cometiendo una acción prohibida, recae sobre tí la mitsváh de juzgarlo para bien, de presumir su inocencia y decir que seguramente tuvo buena intención, o que acaso se equivocó, o quizá "no comprendí lo que vieron mis ojos". Porque en realidad, ciertamente, no sabemos nosotros qué hay en el corazón de un hombre y cuáles son sus inquietudes y sus intenciones, que sólo el Creador conoce. Y es parte inseparable del camino de bien juzgar para bien al otro, tal como quisiéramos ser juzgados nosotros en todos nuestros actos para bien. Así está escrito en nuestros libros sagrados: que cuando un hombre tiene la oportunidad de juzgar a otro para bien, en ese mismo instante, en los cielos tiene lugar otro juicio en que el juzgado es él a partir de su actitud; y esperan en el Tribunal de las alturas a verificar cuál será su actitud a la hora de juzgar, y tal como él actúe, así actúan respecto de él.
Por eso, amigos míos, debemos fortalecernos en todos estos puntos maravillosos que nos han señalado nuestros sabios, y crecerá en nosotros el provecho del alma y una gran felicidad. Y sea la Voluntad que sepamos merecerlo, Amén.
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REFLEXIONES CAMINO A CASA
por Rav Dorón Rosilio
Queridos hermanos y hermanas:
Quiero conversar con ustedes con la ayuda de D's acerca de Sfirát HaOmer, la cuenta del Omer que son estos días que transcurren desde el momento cúlmine en que salimos de Mitsráim hasta que nos es entregada la Toráh en el Monte Sinai: desde Pésaj hasta Shavuót. Se trata de dos eventos de gran importancia en nuestras vidas, dos eventos enormes y profundamente diferentes entre sí.
La salida de Mitsráim ocurre cuando ya estamos casi completamente perdidos; apenas un instante antes del final, antes de que nuestra situación se tornara irrecuperable, Hashém nos saca súbitamente de allí. Y ésto nos despierta nuevas preguntas: ¿Por qué tuvimos, de por sí, que pasar por esa esclavitud? ¿Por qué tuvimos que esperar hasta el último momento? ¿Por qué el exilio tuvo que ser de tan terrible esclavitud, y justamente en Mitsráim? No voy a proveerles respuestas a todas estas preguntas; antes bien, les regalo la oportunidad de deleitaros con ellas. Porque también hay una oportunidad de deleite en la pregunta sin respuesta, una oportunidad de aproximación y conexión y vivencia y aún de apertura al entendimiento, ¡desde el hecho mismo de enfrentar preguntas para las que no tenemos respuesta!
D's nos saca de Mitsráim con milagros revelados, con maravillas, obrando modificaciones a la naturaleza ante los ojos de todo el mundo. La salida de Mitsráim es una luz enorme, inmensa, máxima, a que accede el pueblo de Israel justo antes de llegar al último escalón en su descenso. Una salvación milagrosa pero temporal, que debe culminar porque el milagro revelado no ha de ser la norma que rija la realidad. Entonces, ni bien culminada la liberación, comienza el viaje, el camino del aprendizaje y la preparación, el entrenamiento, la construcción, el direccionamiento y la guía que nos va convirtiendo lentamente de esclavos en seres libres que llegan al pie del Monte Sinai tras cuarenta y nueve días en que vamos ascendiendo, peldaño a peldaño, alistándonos para el encuentro, para la boda entre el pueblo de Israel y el Creador. Siete semanas; siete veces siete días. Y en este instante, nos encontramos nosotros en medio de este viaje, en la quinta semana, contando los días que restan hasta la recepción de la Toráh bajo el palio consagratorio del Sinai.
Todo quien logra aproximarse a la realidad del Creador, todo quien logra desear la luz de la Verdad, recuerda la salida singular de su Mitsráim privado, y ese destello de luz enorme que se reveló sobre él de pronto, cual un rayo en la oscuridad. Esa sensación sobrecogedora de revelación repentina, fascinante; esa certeza de estar de retorno, volviendo al hogar, de ser el hijo amante y amado que vive la maravilla del reencuentro, y tras el vértigo de los abrazos y la calidez y el amor, comenzar a subir lentamente, paso a paso, por la ladera de la montaña, adquiriendo cada día una nueva dimensión de vida, cada semana, cada año, toda la vida, cada instante un sentido nuevo y la certeza del crecimiento que no cesa.
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